"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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LA JORNADA DEL CANFRANC

22/07/1988

La fecha evocada

Han pasado 60 aniversarios. Los actores del día inaugural, 18 de Julio de 1928, han muerto hace 30, 40 o 50 años. Alfonso XII en 1941 en un Hotel de Roma, Primo de Rivera en París, solitario, en 1930, Luis Barthou bajo las balas magnicidas de Marsella en 1934, las figuras aragonesas presentes entonces, ya ausentes también hace decenios de la escena zaragozana u oscense.

Pero dejaron su recuerdo ejemplar, de vencedores, de conquistadores del enlace que había sido su ilusionada meta. Grandes sombras de aquel ayer que se hunde en la Historia, su recuerdo estimulante, ejemplificador, estaba en el ambiente, sobre todo en los corazones de algún superviviente como el que firma aquí. También por ellos debemos luchar ahora para mostrar que somos consecuentes, solidarios con su hacer, aragoneses de su altura, renovadores de su ensueño y de su logro, con glorias de ayer y con esperanzas de mañana apoyadas en el trabajo de presente.

Sin ellos, la muchedumbre de este 17 de Julio de 1988 no tendría sentido, habría visitado un paisaje pirenaico, límite de la Patria española, sin el túnel, sin la luz europea que hemos dicho se avizora por la enorme perforación. Ahora, a esperar que nuevos aniversarios no sean solo nostálgicos, sino plenos de logros, de realidades tangibles, decisivas para el futuro regional.

El escenario

En las cumbres brillaba la alta luz del verano y una primavera de mil aguas exaltó el verdor vegetal y enriquecía las laderas de la montaña esbeltísima. También allí triunfaba la memoria de los que repoblaron y trazaron defensas, de los que hicieron la explanada, de los que dejaron puestos los cimientos de la Estación Internacional.

El recorrido del tren desde Jaca nos resumía la tarea de los que horadaron túneles, tendieron puentes y viaductos, sujetaron laderas, alzaron muros, en un delirio ascendedor, en un ganar altura sobre el río, sobre la carretera y sobre las trazas del camino santiaguista. Castiello, Villanúa renovada y turística, Canfranc viejo quemado, el de la Aduana antigua aun recordada, el del fuego devastador de 1944. Nos entraba anchamente por las puertas del alma el inmenso, sublime, teatral escenario de la Naturaleza dominada por el hombre. El recuerdo de aquellos abuelos se hacía oración.

La Renfe

Hay que entonar un canto y un loor exaltado a los ferroviarios de Zaragoza, con el impulso benevolente y preceptivo de Madrid y Barcelona, que pusieron en marcha los cuatro trenes que del Ebro subieron al Pirineo, con potencia tractora, con longitud para muchedumbres que los llenaban de vida y de canciones. Y era esperanzador el que la inmensa red de la Estación, los kilómetros de vía española, tuvieran aplicación al menos una vez, la solemne y extraordinaria, la conmemorativa, la reivindicadora.

Nos parecía un sueño el jugar a ancho europeo o al menos a ensayo conectador, el tercer carril, colocado paralelo al par francés, que permitió la penetración simbólica del material español en el túnel.

Esa RENFE, tantas veces deficiente y denostada, aparecía ayer como eficaz y superadora, jugando la baza española de la reapertura. Y hay que dar el aplauso y la entusiasta ovación a quienes tras el amenazante 1984 que planeaba cerrar el tráfico desde Huesca, sostienen hoy día tras día el enlace directo de Madrid a la frontera, definen el déficit que causa pero también el tráfico potencia que lo haría cambiar en superávit. Personalicemos en Carlos García Cañibano y Antonio Sierra, ejecutivos de la V Zona en Barcelona y Zaragoza.

¿No tenemos derecho a pedir a la SNCF, bordeando la cerrazón y el empecinamiento, la barbarie del especialísmo en palabras de Ortega y Gasset, de los que no saben más que mucho de trenes pero nada de equilibrios regionales, de rentabilidad social, de calidades de vida y audazmente, que acaso merezca su sarcástica sonrisa, pedirle y aun exigirle que ponga un directo de París a la Estación Internacional?

Los Españoles

No hay mal que por bien no venga. Semanas de distingos y de enfrentamientos, sutiles comunicados sobre recíprocas invitaciones, o primacías en la iniciativa, o calendarios de gestiones han abocado a un estímulo recíproco de esfuerzos. Al fin, todos presentes, todos contentos, todos unánimes, todos gritando vivas y sumando esperanzas.

Nos atrevemos acaso a desvelar de donde nació el gesto de la final concordia, del encajar intervenciones oratorias, de sumar adhesiones. Creo que fueron los Alcaldes de Canfranc y de Jaca, los amigos José Marraco y Armando Abadía, los que supieron esperar a pie firme el tren de Autoridades con la Coordinadora de Ayuntamientos y Diputaciones Provinciales y los automóviles con un pleno de Consejeros de la Diputación General de Aragón. Resumamos en los nombres de Hipólito Gómez de las Roces y de Enrique Sánchez Carrasco la capitanía de esas dos fuerzas aragonesas. Una interior satisfacción debe colmarles. Como dicen los castizos cronistas de toros cuando llegan las orejas tras los avisos “el cielo nos debía tras de tanto dolor tanta alegría”.

No vale la pena resumir discursos ni detalles oratorios. Añadamos que junto a esos nombres primordiales, bien hablaron tales primates y bien estuvieron el Presidente de las Cortes de Aragón, Monserrat Mesanza y medidas creemos las frases del Director General de Transportes Terrestres de Madrid, Manuel Panadero. Bien Marcelino Iglesias por lo oscense y bien la floreada adhesión valenciana. Bien las palabras de las Sindicales Obreras y bien todo, si alguno se queda sin picar en la máquina de escribir. Bien el presentador Jesús Dumall de canfranquesa raigambre. Bien presente el Justicia Emilio Gastón.

Los Franceses

Muchos serán los llamados y pocos los escogidos. Frente a esos miles de aragoneses, los amigos bearneses eran realmente una muy reducida minoría testimonial, sacrificada, valiente hasta el heroísmo.

Resumiendo también entre ellos, decisivas nos parecieron las voces del Alcalde de Oloron, Raymond Dieste, gemelizado con Jaca, y el Dr. Vaillant por el infatigable e irreductible grupo CRELOC, con el que nos habíamos reunido la víspera en el Ayuntamiento de Bedous. Ellos están logrando que la llamita del Canfranc no se extinga del lado galo y el menos prodigue aldabonazos, solicitudes, referencias de Prensa, gritos de auxilio, permanente clamor, aunque sea minoritario.

Volvemos la vista hacia el tiempo ido y recordamos Alcaldes de Pau de todas las épocas, visitadores de España, montadores de relaciones en Zaragoza, Huesca y Jaca, al margen de políticas e ideologías, con un alto sentido de la Historia y también del diario acontecer. Esperamos que el Alcalde de Oloron haya transmitido al de Pau, M. Labarrere, al que representaba, el coro unánime de los españoles.

Mientras llega el día en que forzosamentes se harán eco de este gesto abierto de los vecinos del Sur, permítasenos repetir lo que hemos dicho a veces, con el beneplácito de altas representaciones de París, por ejemplo en el Palacio de Congresos de Jaca. Que el Bearn sin una frontera activa con el Aragón Centropirenaico habrá perdido su cuarta dimensión y su equilibrio, sin que le basten el Norte hacia París, el Noroeste de Burdeos y Aquitania, el Oeste bayonés y vasco, el Este de Tarbes y Lourdes y el Noreste tolosano.

Mientras, gracias inmensas a la representación francesa.

El pueblo aragonés gran al actor

La jornada del 17 de julio de 1988 ha sido un Fuenteovejuna del Canfranc. La sociedad aragonesa de hoy no es la de 1928, esta acaso elitista, burguesa, un tanto dieciochesca o al menos decimonónica, pero a la vez poderosa, eficiente, ejecutiva, conductora de su pueblo hacia la meta conseguida en 1928. Ahora hay una inmensa clase media o una baja ya con medios hacia el discreto bienestar. Esa masa, de industria zaragozana o de campo oscense, de todo el recorrido canfranquista, se hizo presente este domingo en el escenario del viejo Arañones.

A este pueblo no se le puede decepcionar. Que nadie llegue a decir ¡Qué buen vasallo si hubieran buen señor! Todos los dirigentes aragoneses deben recoger el grito, el impulso y el estímulo de los que subieron a Canfranc. Desde esta Jaca y este Semanario, que en su nombre secular se llama EL PIRINEO, la más ancha gratitud a cada uno y la más viva esperanza restauradora de nuestro tren, en una hora solemne de Europa.

JUAN LACASA LACASA

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