"Los afanes de una vida"
Artículos en los semanarios jaqueses
"La Unión" y “El Pirineo Aragonés

JUAN LACASA LACASA

 

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MÁS QUE UNA OLIMPIADA

24/10/1986

La frase de las Ramblas y el Nou Camp “El Barca es mes que un club” tiene perfecta aplicación a la empresa, colosal, honrosísima, esperanzadora y comprometida que el alto tribunal de Comité Olímpico Internacional acaba de otorgar, para honor de Cataluña y de España, a la Ciudad de los Condes y archivo cervantino de la cortesía.

Crea el lector que este pequeño aragonés y pirenaico que firma siente ante el hecho, deportivo pero también político en el más ancho sentido, una íntima y sentida emoción de vinculado a Cataluña por muchos lazos. Mi padre andaba de joven comerciante en el Barcelona de la Exposición de 1888, yo viví en Montjuich la de 1929, una hermana mía inolvidable reposa en el Cementerio de San Gervasio y un hijo mío ha vivido en la Avenida de la Reina Victoria la noche de verbena y jolgorio de este 17 de Octubre. Hay en Barcelona una Sociedad Española de Problemistas de Ajedrez, SEPA, con 300 miembros en todo el Mundo. Por privilegio de edad y constancia, ya figuro en el número cuatro, tras tres barceloneses fundadores y por ello primer no catalán. Estas son mis credenciales. En la guerra española, frente al dolor de enfrentamiento regional, ardiendo en el frente de Huesca, tuve el consuelo y la emoción patriótica de ser compañero de primerísimos deportistas catalanes en la Compañía de Esquiadores del Ejército de los Nacionales.

Data de casi un siglo la aspiración reconciliadora y universalista, a la paz por el deporte, del Barón Pierre de Cubertin. El desarrollo cuatrienal, a través de guerras, boicots, vetos y hasta atentados a lo Munich 1972, tiene muchos más tantos positivos que fallos. Hace dos años, en Atenas, se nos hacía casi contemporáneo el ambiente del Estadio Olímpico de 1896, primeros Juegos de la Edad Moderna. Y sentimos como un malogramiento el no haber podido estar en el Berlín de 1936 o en el Garmisch Partenkirchen blanco del mismo año, por las circunstancias españolas. Al menos vimos en Biarritz, 1935 en un festival a los grandes atletas USA que habían lucido en Los Ángeles 1932 o iban a triunfar en Berlín 1936, entre ellos el supervelocista Jesse Owens. Pero volvamos a Barcelona.

Contra la secreta esperanza con más candidatos que nunca, la real incertidumbre de la votación. Los números sucesivos para España y Barcelona fueron 29-37-47 contra los 19-20-23 de Francia y París. En el variado panorama mundial, la dinámica de la propuesta barcelonesa se impuso velozmente. Pero había que contar las papeletas.

Han triunfado las condiciones intrínsecas de Barcelona, ya por quinta vez aspirante seria, y con logros similares en 1888, 1929 y 1952 en otros campos de lo internacional, Exposiciones o Congreso Eucarístico. La colosal inversión posible de 300.000 millones de pesetas representa el salto a la modernidad, en palabras de Pujol, y hacer cosas que no se harían sin la Olimpiada, como ha dicho Carlos Ferrer Salat, empresario y deportista. Es una movilización social y cultural, afirmación de Felipe González, que debe servir de complemento a la tradición de una Barcelona pionera en lo deportivo desde comienzo de siglo, con el fútbol, natación, tenis, ciclismo, hockey o boxeo y tantas otras especialidades atléticas.

La técnica del momento, la poderosísima informática, el desarrollo prodigioso y asustante de las comunicaciones y transmisiones audiovisuales, es un reto ante el Mundo, sin exageración ni fantasías. España toda afronta ese reto de una realización en que el orden y la seguridad necesitan combinar libertad y autoridad. Es una empresa mediática que nos obliga a tener conciencia de nuestros deberes. A la propia Cataluña, en primer lugar, podemos decir desde la común condición española, que no debe ensimismarse ni podría jugar a “nosaltres sols”, sino que estamos seguros que sabe que necesita, que a la vez quiere de corazón, la colaboración y la presencia de España entera.

¿Y qué decir para Aragón? Marraco ha bien afirmado que algún beneficio puede llegar por la mera razón de proximidad. Nosotros pediríamos dos o tres cosas. Una, la presencia de aragoneses, de Ebro, de Pirineo, de la serranía turolense, entre los jóvenes deportistas que porten la antorcha olímpica por tierras aragonesas, viniendo de Madrid hacia Zaragoza, Lérida y Tarragona. Otra, que se preparen las entradas desde el Sur de Francia, y muy primordialmente las de fácil Somport, para la penetración europea hacia Barcelona, la Europa atlántica que viene desde Burdeos tantas veces. Otra que reflexionemos sobre las posibilidades pirenaicas para una renovada aspiración a Juegos de Invierno. Asusta leer las cifras tanteadas para el designado Albertville francés, en los Alpes de la Alta Saboya, a mitad de camino entre Grenoble, que visitábamos hace un año, a Chamoníx o Megeve, con aeródromos inmediatos en Lyon, Ginebra, Annecy y demás. Aun con eso ya hablan de 60.000 millones de pesetas. Ese hubiera sido el contrincante si Jaca hubiera sido presentada encabezando las estaciones invernales de Aragón y Gállego. Pero hay que ponerse en la cola y soñar, soñar.

En esta hora de unidad española, que Ruiz Giménez ha comentado como deseable para otros campos de nuestro colectivo nacional, gratitud a quienes han trabajado tanto, desde el Rey al Alcalde y a todos sin excepción. Pero habría que señalar entre eso tan alto y lo otro tan popular. Pensamos, con pequeño conocimiento y experiencia de un decenio en el mundo ginebrino de la Conferencia del Trabajo, en la labor decisiva de Juan Antonio Samaranch, que culmina su vida pública interior y exterior con este logro en que creemos ha sido decisivo su prestigio y, también su discreción. Que Dios nos de unos años de vida y que podamos, si El lo quiere sentarnos en las gradas de los estadios barceloneses a los 500 años de la gesta de los Reyes Católicos y de Colón, el barcelonés honorario de la gran estatua.

JUAN LACASA LACASA

 

 

 

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