"Los afanes de una vida"
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DON MIGUEL SANCHO IZQUIERDO ZARAGOZA, ARAGÓN Y JACA14/02/1980 |
La genial aventura de los Cursos de Verano Universitarios aquí tiene ya una andadura superior al medio siglo. La huella permanente de la labor y la secuencia de aconteceres que pueden vinculársele, desde lo puramente cultural y pedagógico a lo turístico, es más que patente. Pero hay otra concreción muy directa y clara. Es la de fijarnos en la inmensa serie de personas que sin la fundación de Miral poco hubieran tenido que ver con nosotros. Todos los grandes nombres de lo regional aragonés y tantísimos de lo nacional español pasan por Jaca en razón de los Cursos. La inserción en lo nuestro puede medirse en el tiempo y a la vez en el grado de penetración. Creo que don Miguel Sancho Izquierdo ostenta sin posible discusión la primicia absoluta, el campeonato indisputable en los dos aspectos. Unos cincuenta y tres años distan desde el lejano 1927 en que llega al número 10 de la calle Echegaray con su ya amplia familia a pasar el verano del primer Curso y en la etapa de su Rectorado, tan largo y fecundo, va a quedar inserto ya como propietario en la casa número 14 de la Calle de la Universidad precisamente, piso desde el que un día triste sacamos el cadáver de su bondadosísima y culta esposa. Don Miguel lo ha vivido todo. La primera piedra con Miral y Primo de Rivera, el paso del Rey y aquel Presidente del Gobierno hacia Canfranc en l928, los azares políticos de sucesivas etapas y sobre todo las solemnidades académicas de tantas veces, las aperturas clásicas en el Casino Unión Jaquesa, los cientos de conferencias y las decenas de presentaciones de oradores, las compras de terrenos para ampliar el solar miraliano, las excursiones a los Valles de Hecho y Ansó, hasta las subidas a Collarada, la recepción o acompañamientos de Ministros como Ibáñez Martín y Joaquín Ruiz Giménez, a la vez que otras actividades en la Caja de Ahorros o en Eléctricas Reunidas y otras empresas. Por eso es parte del hacer jaqués importante del medio siglo. Y por eso era imposible que en esa primera entrega de Memorias que acaba de hacer, aparecidas en publicación de la serie Temas Aragoneses de Fernando el Católico, no hubiera una fuerte presencia de lo jacetano. Luis Horno Liria ha dicho en el sustancioso y abarcador de toda la personalidad de Sancho Izquierdo, prólogo de esas Memorias, cuanto concierne a la polifacética personalidad de Don Miguel. Su especialidad jurídica, su docencia metódica y clara, su fidelidad política que arranca del maurismo y lleva siempre aneja la nota de lo social cristiano, sus evocaciones de todo lo zaragozano y zaragocista en los tres decenios de arranque de este siglo, hasta el momento Berenguer con que se cierra el libro. Pero nosotros encontramos también, a unos veinte años de distancia generacional de Sancho Izquierdo,, muchísimo de nuestras propias vidas y de todo lo aragonés importante. El escenario universitario de la Plaza de la Magdalena donde nos examinamos con los lejanos maestros, Xirau, San Pío o Salarrullana para la entrada previa en la Facultad de Derecho pasando por Letras, Don Gil Gil y Gil, Del Valle, Lasala, Pereda, Guallart y otros ya avanzando en la Licenciatura de Leyes. La evocación concreta de la naciente Confederación del Ebro, desde 1926, en que mi padre era síndico electivo por los regantes del río Aragón desde Canfranc a Sangüesa, los recuerdos de hecho infantiles como el del asesinato del Cardenal Soldevilla en Junio de 1923. Toda esa vida de la ribera del Ebro, la que regía el Aragón de hace medio siglo, está en las páginas de Don Miguel. Y lo está en forma digamos ligera y a la vez precisa, objetiva, sintetizada, metódica, vista con ánimo tranquilo desde la cumbre de una vida. La etapa del libro es la de un Sancho Izquierdo de sus diez a sus cuarenta años. Se detiene ante el comienzo de los dramas españoles, ante el 1930 liquidador de la Monarquía canovista. Pero queda mucha vida zaragozana, aragonesa y española que el autor de las Memorias ha vivido y que debería darnos también, porque estamos seguros de que la visión suya de las dificilísimas etapas tendrá la misma serena consideración que la ya escrita. Solo nos queda agradecer al Rector Honorario todos sus trabajos pro Jaca, declarar que deseamos verle centenario y celebrar que también algunos de sus hijos, por unas u otras causas, sean frecuentadores de lo jaqués. Es el mínimo homenaje que debemos al maestro y al amigo, al turolense calandino que pasando por el Ebro subió al Pirineo y tanto se ha quedado con nosotros. JUAN LACASA LACASA |